De Francisco Romano
Buenos Aires (República Argentina), 12 de febrero de 1998
Señor Emilio Zola
Al gran maestro solo faltaba el paso dado que han aplaudido en el orbe entero todas las conciencias civilizadas para coronar su obra de Titan.
Permitidme Señor, que yo, el hijo más humilde de este gran país libre y próspero os envíe también mi palabra de estímulo, admirando vuestro valor y patriotismo, para desentrañar una cuestión que tanta trascendencia e interés ha despertado en todo el mundo y que diariamente seguimos con avidez, porque ella encarna el más bello ideal a que este fin de siglo, las almas elevadas pueden aspirar. El pedido de justicia y libertad que habéis planteado para penetrar el misterio que rodea al triste asunto Dreyfus, no interesa solo a la Francia; todos los países civilizados deben tener su vista, porque es un derecho de la humanidad entera. Sería horrible esa incertidumbre; ¡haber condenado un inocente al más espantoso y abominable de los suplicios!
Pero vemos con dolor que esa justicia de Francia, en la que tantas veces nos hemos mirado, como en uno de los ejemplos más salientes por la gran magnitud que ha desempeñado como medio preponderante y civilizador, allí en aquella Francia, que tanto admiramos, esa misma justicia que creíamos invulnerable; está poniendo ahora toda clase de obstáculos, para que la luz, que con vuestro abnegado desinterés venís persiguiendo tanto tiempo; no sea hecha, confabulándose por toda clase de medios y artificios que están fuera de discusión. Pero, la luz se hará, pese a quien pese, y entonces, cuando llegue en época no lejana ese día esplendente, la luz de la verdad enceguecerá a ese centenar de jóvenes inconscientes que os han injuriado no respetando vuestras canas ni vuestra personalidad saliente que reposa sobre bases sólidas conquistadas a fuerza de labor fecunda y glorificadas con enseñanzas que ennoblecen al país que tiene tales hijos.
Permitiréis maestro, que os augure para ti el éxito brillante que debéis obtener en breve; venceréis, porque en ti están encarnadas dos fuerzas poderosas “la razón y la justicia”, y el día en que seréis proclamado por toda la humanidad el apóstol de la justicia y de la libertad de este siglo no está lejano.
Entonces aquellos que os han gritado “Conspuez Zola” os besarán las manos agradecidos por haberlos redimido y evitado arrancar al pueblo francés lo que tanta sangre y lágrimas costó. Así pues permitidme que os felicite de este suceso que os pone en el caso de coronar vuestras obras en pro de tan elevados anhelos y por los que habéis luchado incesantemente para que asistáis en vida a vuestra apoteosis y así admirandoos, las generaciones venideras, se inclinarán agradecidas saludando al gran maestro que legará con un tributo de su paso por la vida sus doctrinas descollantes de luz, encaminando a los hombres y los pueblos al amor, a la justicia, el más sublime de los anhelos con que habéis rematados los grandes triunfos de este siglo.
Ya podéis morir tranquilo! Pasaréis a la inmortalidad porque así está ya decretado universalmente por todas las mentes cultivadas.
Pese a la Academia! la posteridad se encargará de juzgarla por no haberos atraído a su seno.
Os besa la mano
vuestro humilde admirador
[Arenales 3171]