De Ramón Lamas
San Pedro (Argentina), 25 de febrero de 1898
Sr. Emilio Zola
Distinguido e ilustre señor.
El que suscribe tiene el honor de enviaros la más calurosa de las felicitaciones por vuestra digna actitud y triunfo moral ante la corte de Assises, con motivo de la condena del ex Capitán Dreyfus.
Al mismo tiempo, tengo el placer de adjuntaros el recorte de un suelto de uno de los diarios más liberales y justicieros de mi país El Municipio de la Ciudad de Rosario.
Nada tengo que agregar señor, a las apreciaciones que hace El Municipio en su número 3060 de fecha 24 del actual[1], haciendo referencia de vuestro heroísmo en pro de la civilización.
La justicia de la tierra puede sufrir errores, pero a sabiendas jamás!
Os saluda reverente,
[1] Sección Temas diversos: “El calvario de Zola. Un año de prisión y 3.000 francos de multa”:
“Por los boletines de El Municipio conoció ayer el Rosario el fallo condenatorio dictado contra Emilio Zola por el jurado que ha entendido en el proceso que se le siguió por su célebre carta de L’Aurore.
Y en verdad que la impresión causada ha sido tristísima, porque ¿puede condenarse a un hombre a quien se le coarta el derecho de defensa impidiéndosele la prueba de sus acusaciones? No; y, sin embargo, la sentencia le castiga.
¡Qué tremenda es la subversión de las instituciones, cuando el patrioterismo aplasta las leyes y sujeta con mano de hierro a la justicia! ¡Qué enceguecimiento en los encargados de aplicar los códigos, cuando se dejan arrastrar por los impulsos del corazón, amordazando los dictados de la conciencia!
Zola ha sido condenado, mas ¿qué importa, si su martirio es el triunfo; si este calvario ha de conducirle al descubrimiento de la verdad, al reconocimiento del error?
No se llega a la cúspide sin lucha; no se ganan trofeos sin batallar incansablemente por la razón y por el derecho.
Francia ha querido confirmar un error con una iniquidad; queriendo hundir a Zola, lo ha elevado; esforzándose en hacer el misterio alrededor del proceso, está abriendo el camino de la luz.
Zola, paladín de la revisión del proceso de Dreyfus, jugó por la convicción, nombre, tranquilidad y vida, y en el rudo combate contra el gobierno empecinado y un pueblo iluso, ha sido condenado pero no vencido.
Los partidarios de Dreyfus, Zola entre ellos, han de tener pruebas claras de la inocencia del desterrado en la Isla del Diablo, pruebas conquistadas a costa de la palabra de honor de no revelar el nombre de los autores de las informaciones; pues no es posible que sin ellas se hubiesen lanzado a desafiar al poder y a las multitudes.
Zola irá o no irá la cárcel; pero la revisión vendrá tarde o temprano y la corona del martirio que corona la frente del célebre novelista ha de trocarse en deslumbrante apoteosis”.