De José B. González
Tucumán (Argentina), 12 de febrero de 1898
Señor de mi admiración y respeto:
Permitid, Señor, que, a través de inmensa distancia, un ignorado servidor de la educación ose también hacer llegar hasta vos su más efusiva felicitación.
Luchador incansable del pensamiento moderno, habéis descendido hasta el fondo del tugurio y la covacha inmunda para sorprender la miseria y el hambre, el dolor y la llaga del desvalido y presentar ante la mirada impávida de las clases favorecidas, con sus colores verdaderos, esos cuadros de desolación y de ruina como amenaza de muerte para las sociedades decadentes de Europa.
Ávido de verdad y de justicia habéis mostrado las blasfemias, os habéis presentado ante el mundo como nuevo cruzado; os habéis propuesto borrar de la Francia, de esa Francia tan querida de todos y tan mancillada, la mancha que le ha impreso el «abominable asunto Dreyfus, y os acompaña la opinión honrada de todas las naciones especialmente de la República Argentina, palpitante en sus órganos de publicidad. Habéis prometido gritar la verdad con toda la fuerza de vuestra honradez sublevada, y, confiad en la justicia y humanidad de vuestra causa; esa se hará oír hoy, mañana o pasado, pero se hará oír, porque la verdad es como el sol, cuanto más tiempo permanece oculta tanto más fulgurante brilla al descubrirse.
Perseverad en vuestra grande obra y habréis hecho un inmenso bien a la causa de la civilización, que vuestro nombre está ya escrito con letras de ‹…› en las brillantes páginas de la historia humana.
Soy de vos Señor respetuoso admirador.
[Tucumán – Escuela Normal]