De Enrique Sánchez Torres
Barcelona, 16 de febrero de 18981
Muy señor mío de mi consideración: Perdone V. el que le escriba en castellano, pues si bien entiendo un poco el francés no lo sé para poderlo escribir: supongo que cuando menos a V. le pasará una cosa parecida con el español, y podrá entenderme lo suficiente, si es que entre la avalancha de cartas que sin duda recibirá V. estos días, se digna fijar un poco en la mía la atención.
En V., –como en todos los grandes escritores, sabios artistas, etc.– he visto yo y veo un fondo de quijotismo encantador, a pesar de todos sus escándalos y pecados públicos y privados. Y ¿qué quiere V.? a mí me han gustado siempre los Quijotes. La cuestión Dreyfus ha venido a probar perfectamente que V. distinguía el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo abusivo de lo que es el derecho, la luz de las tinieblas, en una palabra. Lo que le está pasando en ese asunto es sólo la venganza, el desquite amoroso de un judío: me explicaré. A V. le consta perfectamente que el ídolo universal de nuestro tiempo y de todos los tiempos es el oro, el dinero, que simboliza y sintetiza todas las concupiscencias, todos los pecados humanos. Este ídolo podría llevar el nombre de dios de las tinieblas sociales e individuales porque es el que ha extendido y sostiene el imperio de la iniquidad, de la mentira, de la farsa y del vicio. V. en muchas de sus obras ha puesto este vicio, esta iniquidad, esta farsa social en vigoroso y quizá en su género nunca visto relieve. No es que yo aplauda por entero sus procedimientos muchas veces, literariamente hablando, impuros, torpes, henchidos de un pesimismo más que filosófico y humano y realista, infernal y diabólicos y de consiguiente en esto falsos, porque sólo retratan la verdad exterior y grosera que deja traslucir un humor agrio. Pero en fin, en muchas cosas tiene V. razón.
¿Pues cómo, si V. tiene dignidad, honradez, amor a la luz y a la justicia, no se siente aplastado, como fundido por el peso de esta misma justicia y de una terrible lógica?
Esta justicia, esta lógica y esta luz, han tratado en vano de pedirle a V. un sitio en su corazón y en su conciencia en forma o figura de un Judío Crucificado. A este judío pobre, humilde, santo, escarnecido, injuriado, abofeteado, muerto de amor a la más santa y divina y justa de las causas, V. no le ha querido escuchar, no le ha querido atender ni siquiera como se atiende y escucha en un tribunal a un ladrón, a un asesino, a un pícaro redomado: le ha pospuesto a Barrabás. A este Judío todos le injurian, calumnian y maltratan: pide luz, verdad, justicia, humanidad, que se le conozca al menos, y después se le juzgue y sentencie y condene, enbuenhora. El Sr. Zola, cuando este Judío desnudo, calumniado y pobre le pedía luz y justicia… misericordia al menos… ha mirado muy bajo, muy bajo… ha visto muchas sotanas y manteos y ceremonias y debilidades y mezquindades humanas… como tantos otros… y nada más. Ha hecho más que no querer defender al Judío santo y justo y bueno, más que condenarlo y despreciarle; ha dicho que no existía; que no conocía a tal hombre. ¿Pues si V. que tiene tanta sed de justicia, según parece, trata así a la Justicia misma, extrañará que esta misma Justicia le haga verter un poco de lo que V. le ha hecho a Ella padecer, para que conozca al menos un poco, qué cosa es ser mal interpretado, calumniado, maltratado e injuriado por defender con buena intención, no a un judío cualquiera, digno tal vez de un condenado –que esto ahora es secundario– sino al Judío divino que ha recibido en su faz pura y santísima los salivazos de la más soez de las plebes, y recibe aún los de escritores y hombres públicos de nuestro tiempo que pretenden obscurecer y borrar con sus inmundicias, negaciones o escepticismos infames, la Luz divina de la inmutable y eterna doctrina que alumbra y alumbrará a la conciencia mientras exista la humanidad y el mundo, y aún por toda la eternidad? V. que tan bien sabe analizar y pintar lo exterior de las cosas, entre por unos instantes en el interior, en la esencia de las cosas todas, del mismo Yo de V. en particular, y verá cómo todas las cosas le hablan de la inocencia, santidad, divinidad y verdad –¡y verdad, sí!– de ese Judío tan ultrajado y mal comprendido, por el despótico militarismo o chovinismo de las vanidades y bajas pasiones de los hombres!
¡Gracia, Sr. Zola… Compasión y justicia para ese sincerísimo y mansísimo Cordero!
¡Qué demonios, hombre! Guarde V. un poco de su caballería andante, de su hermoso quijotismo para el Dreyfus inocente y sin mancha, que hace tiempo le está en balde llamando a V., entonces verá cómo se hace la luz y toda la Luz!
Un puro movimiento espontáneo, créalo V., me ha hecho escribirle esta carta. Me he dicho: Aprovecharé la ocasión para ver si logramos, entre Dios y los hombres y los acontecimientos, que el Mr. Zola mire una vez siquiera arriba, a lo alto… y logramos que vea algo. Un poco y aún un mucho duro está V. para esto… pero a Dios todo es posible. Yo a El le encomiendo, y en sólo El confío.
No pretendo que V. conteste a estos renglones; y si le envío de nuevo un libro que tal vez recibió, es porque no sabía la dirección de V. Y no sé si llegó a sus manos.2 En tal <…> dé éste a algún amigo o escéptico, etc.
Protestando de que en todo lo anterior no he pretendido agraviarle, sino sólo advertirle fraternalmente, se ofrece a V. afmo. servidor y amigo en el Corazón de Cristo y de la Virgen Purísima, q.b.v.m.
Colección: I.T.E.M.-C.N.R.S. Centre d’études sur Zola et le Naturalisme.
1. Sánchez Torres escribió largamente sobre temas de historia, de ciencia y de estética de la música. Entre sus numerosas obras notaremos: Massini. Apuntes para la historia de este cantante (Barcelona, 1891), Nuevos músicos clásicos y seis artistas españoles (Madrid, 1891), La ilusión de la ciencia moderna. En casa de mi tío. Veladas (Barcelona, 1897), La Luz (Barcelona, 1900), Escuela de amor. Mi manifiesto (Barcelona, 1902), Ciencia y filosofía contemporáneas. Nietzsche, Emerson, Tolstoy (Barcelona, 1902), La luz. El sonido y la música. El verdadero sistema del Universo. Notas críticas. Opiniones y deferencias de Schuré, Echegaray, Unamuno, Gómez de Baquero, M. Bueno, etc. (Barcelona, 1906-1907), La renovación de nuestro Teatro y el Arte en general (Barcelona, 1926), El sufragio universal o la inefable tiranía de la cantidad (Madrid, 1918) y Camino de las estrellas. Novela (Madrid, 1914).
Al final de la carta y tras la rúbrica: «s/c. Calle de la Universidad, 26, 1º 2ª». 2. No tenemos constancia de una carta anterior a esta de 16 de febrero.