De Manuel B. Ugarte
París, 21 de enero de 18981
Monsieur Émile Zola
Monsieur et cher maître:
Permettez à une conscience tranquille, éloignée de tout parti-pris, et secouée d’un seul amour de Justice et de Vérité, de vous témoigner sa plus vive admiration, pour la belle campagne que vous avez entreprise.
Un étranger, simple spectateur du drame, est mieux placé que personne pour bien apprécier l’oeuvre héroïque à laquelle vous vous dévouez.
Je pense que les hommes n’ont pas le droit de juger les hommes. Et les juges, moins que personne, ne doivent pas s’entêter dans leur première opinion; il serait temps, d’après le bon sens, de se remettre cent fois à l’ouvrage, tant qu’il resterait le moindre doute. Et encore ainsi, on ne serait pas tout à fait sûr de ne pas condamner un innocent. L’autorité de la chose jugée est la plus ridicule des vanités des hommes.
J’ai l’honneur de vous envoyer une des correspondances que j’ai adressée à El Estandarte de Madrid, sur l’affaire Dreyfus 2. Je regrette de ne pas pouvoir vous envoyer la traduction; mais, vous voyez si je suis en peine , même pour coordonner ces quelques notes.
Agréez monsieur toutes mes félicitations et l’assurance de que dans ces moments où tant de passions déchaînées méconnaissent votre généreuse initiative, les hommes impartiaux apprécient vos efforts et sont avec vous.
Colección: I.T.E.M.-C.N.R.S. Centre d’études sur Zola et le Naturalisme.
1. Manuel B. Ugarte (Buenos Aires, 1878-Niza, 1951) fue un escritor y político fundamentalmente preocupado por los temas sociales. Además de ser corresponsal en París (donde residió gran parte de su vida) de El Tiempo de Buenos Aires, lo fue también de El Estandarte de Madrid, razón por la cual lo incluimos en este elenco. Destacó por su ingente obra literaria en la que sobresalen sus Paisajes parisienses, prólogo de M. de Unamuno (Paris, 1901), Crónicas de bulevard, prólogo de Rubén Darío (París, 1903), L’âme espagnole. Etude (París, 1928), Enfermedades sociales (Barcelona, 1906), La joven literatura hispanoamericana (París, 1906), Cuentos argentinos (París, 1900), El porvenir de la América latina (Méjico, 1918), Mi campaña hispanoamericana (Barcelona, 1923), El dolor de escribir (1933). Como político, se afilió al Partido Socialista de Argentina en el que posteriormente produjo una escisión nacionalista que él mismo capitaneó.
Dirección desde donde se remite esta carta: «19, de la Place des Vosges» en París.
2. La brevedad del artículo aludido nos permite aquí su reproducción íntegra:
«La cuestión Dreyfus», El Estandarte (16 de Enero de 1898):
«Nuestro ilustrado corresponsal de París nos envía ayer las siguientes líneas sobre el interesante asunto que hoy embarga la atención no sólo de la capital de Francia, sino de la Europa entera, por los especiales caracteres que reviste, según demuestran los últimos telegramas recibidos, que a continuación publicamos.
Dice nuestro aludido corresponsal:
Hay algo siniestro y obscuro en esta extraña pesadilla que sacude al pueblo parisiense.
Las pasiones se desencadenan, las rachas se precipitan, las conciencias se dividen y se alinean, las unas frente a las otras; como si tuviesen escarapela de partido. Y todos los excesos, todos los tumultos de la razón, blanden sobre las cabezas el hierro de las represalias.
Es difícil ver claro. Cuanto más se ahonda en la sombra, más densas son las tinieblas. Pero esta noche moral, es como la tormenta: está tajada por los relámpagos.
Allá, en una isla solitaria, dormita un prisionero perdido entre dos brumas: la del mar y la del pensamiento. ¿Es un culpable? ¿Es una víctima? Nadie lo sabe. Pero basta la duda, para que los corazones le otorguen fe de inocencia.
Aquí, en la enorme ciudad, brota la ira por las cien bocas de la discordia. Los labios se contraen, los puños se crispan, y en el horrible sacudimiento de la pasión, no se sabe si los labios amenazan más que los puños. Se grita “¡A muerte!”, y ese grito, aplicado ora a un hombre, ora a otro, abofetea todas las mejillas. Asoman odios de raza.
Los grupos pasan coléricos, desenfrenados, vomitando injurias. Y mientras se disputan y se muerden el alma con las palabras, todos invocan ese ideal de justicia, que es quizá la tradición de una quimera.
Más lejos, en el silencio de un aposento sombrío, llora una mujer llamando en vano a su esposo y se mesa los cabellos, desafiando toda la infamia, resistiendo a todas las dudas y blasfemando contra los ejércitos, esos rebaños de hombres que las naciones adiestran para la muerte, como si fueran perros de presa.
Luego, en medio del tumulto, un hombre, Zola, de pie ante la Francia, arrostrando el error de los jueces y los arrebatos de la pasión, soberbio, en su lucha por la verdad.
Es un drama. Todos los pueblos de la tierra asisten al debate; se discute un derecho de vida. –“¡Luz, mucha luz, en nombre de la humanidad!”– gritan todos. Y hay un problema: si el desdichado galeote de la isla resulta inocente por fin, ¿seguirán atados todavía los hombres a la eterna obsesión de juzgar a sus semejantes?» Manuel B. Ugarte.
