De Francisco Sánchez Uresti

Coahuila (Méjico), 28 de febrero de 1898

Sr. Emilio Zola

Muy Sr. mío:

Yo creo haber leído -si no todos- la mayor parte de los libros que usted ha escrito; y después de esta confesión huelga asegurar que soy su admirador entusiasta.

Cuando sobrevino el incidente que usted inició en favor del Capitán Dreyfus, creció mi afección y admiré la grandeza de su alma; pues hoy día son muy pocos los hombres que se aprestan a luchar por la Patria, por la Justicia y por el honor y la vida de un hombre; (digo la vida porque los sufrimientos de Dreyfus deben ser peores que la muerte) sin contar con que los sentimientos de humanidad son casi desconocidos en nuestros tiempos, también.

Esas son mis ideas; y, sin embargo, confieso que me llamó altamente la atención esa guerra extraña que en París se desencadenó contra usted; pues a París -¡cerebro del mundo!- lo consideraba como una excepción, por su liberalismo, por su progreso, por su ilustración.

Con verdadera ansiedad seguí el desarrollo del drama, sin perder ninguno de los detalles que la prensa diaria nos comunicaba; hasta que hoy -¡quién lo creyera!- me encontré con que usted, por haber querido salvar el honor de la Francia, de la Justicia y de Dreyfus, ha sido sentenciado a un año de prisión y 3000 francos de multa.

¡Sentenciado y multado Zola, en la Francia liberal y culta!- ¡Ojalá que ese pueblo no llegue a sufrir las consecuencias de su ofuscación!

Yo soy republicano y liberal sin restricciones: (en mi país pocos habrá que no lo sean, desde nuestro gran Presidente Díaz, hasta el último jornalero) amo y respeto a la Francia republicana, pero no acepto lo que se ha hecho con usted; aunque con ellos, sus enemigos bajan y usted sube; y subirá tanto que en no muy lejano plazo, será aclamado por las multitudes que hoy lo insultan y lo denigran sin razón.

Por todo cuanto ha hecho y por todo cuanto le han hecho, reciba usted mi particular y sincera felicitación, que -aunque nada vale- procede de un hombre honrado y franco, que admira lo bueno y detesta lo malo; y que tiene bastante libertad de espíritu para no fijarse en si los hombres son judíos, franceses o alemanes, pues sólo ve en ellos individuos de una misma raza y miembros de la gran familia universal.

Habría querido transmitirle por el cable mi felicitación, pero no soy rico; y aunque llegue después de algunos días, ella tiene la fecha de hoy.

Sírvase usted recibirla bondadosamente y crea que con gusto me ofrezco a sus órdenes como

Su aftmo. Atto. S.S.

Francisco Sánchez Uresti