De Rafael Fernández Juez y Sotomayor

                                             Villamuelas (Toledo), 6 de marzo de 18981

Mr. Emilio Zola

Lumbrera y cantor egregio de las letras francesas. Eminente autor de obras de universal renombre. Insigne literato. Monarca de la luz. Venerable, heroico, bravo y pundonoroso caballero. Mártir que se ha atrevido a intentar la defensa de la justicia. Proclamador de los derechos del hombre y de la igualdad ante las leyes. Orgullo y juez de la República Francesa. Campeón, Apóstol y Patriarca de la moralidad. Redentor en fin del siglo 19

Ilustre señor

La entusiasta admiración que desde hace algunos años siento hacia V. como escritor insigne lo demuestra tener en lugar preferente de mi humilde habitación su honroso retrato y biografía, pero esta admiración [hase] trocado en culto ardentísimo al ver el épico esfuerzo por V. realizado y el hermoso espíritu de justicia patentizado en el célebre y famoso artículo «Yo acuso» publicado en el periódico La Aurora y pidiendo en él la revisión del proceso del infeliz Dreyfus.

Como consecuencia de dicho artículo [se] vino [a] procesar a V. Yo, que en el primer albor de la vida albergo en mi cuerpo un alma fiera y dominan en mi espíritu rayos de independencia; yo, que soy entusiasta [impertérrito] de la diosa justicia, no puedo menos de protestar al ver que en las sesiones que han tenido lugar con motivo de su proceso han impedido que se demuestre el derecho, la verdad y la luz a que son acreedoras las causas nobles, santas y justicieras.

Era tal la indignación que sentía al ver las reseñas de los debates que el corresponsal de El Imparcial, Sr. Arzubialde, comunicaba desde esa capital diciendo lo mucho que a V. vilipendiaba esa multitud borracha, inmunda y asquerosa, al salir del Palacio de Justicia, que hubiera deseado atravesar como el aire los Pirineos y ponerme a su lado para servirle de escudo y haber dado mi vida en aras de V; pero no antes de escupir a esa escoria, a esa gente vil, a esos canallas y bandidos que a V. insultaban y amenazaban hasta su mismo domicilio.

Tal es el entusiasmo que siento hacia el hombre que ha tenido el don de electrizar con su valiente conducta, los corazones honrados, leales y generosos.

Después he visto el veredicto de culpabilidad que contra V han pronunciado y ya dejo a un lado el temor que antes tenía de felicitarlo, y repito lo que V. con sabia elocuencia manifestó públicamente en su brillante alocución al Jurado «Condenadme. No haréis más sino engrandecerme. Quien sufre por la verdad y por la justicia es augusto y sagrado.» ¡Bella, sublime y arrebatadora verdad, ¡Oh noble Zola!! Pues condenándole, le han divinizado.2

Recibid pues, el tributo ardiente de incondicional adhesión, profunda simpatía y admiración sin límites que por V. siento.

Ruego a V. dispense mi extensión así como mis incorrectas e incoherentes palabras estampadas aquí sin ritmo y sin compás, en virtud del laudable propósito e intención que las guía.

En este apartado rincón de nuestro planeta, tenéis al más ciego de vuestros admiradores en su humilde affmo. s.s.q.b.s.m.

Colección: I.T.E.M.-C.N.R.S. Centre d’études sur Zola et le Naturalisme.

1. Firma como «Profesor de Instrucción Primaria sin ejercicio».

2. Dos días antes, el 4 de marzo de 1898, Zola había escrito a Miguel Sawa Martínez, director de la revista Don Quijote, agradeciéndole el envío de numerosas firmas de jóvenes españoles. Le expresaba que «rien ne m’est plus cher que l’approbation de ces jeunes âmes enthousiastes, éprises de vérité et de justice». (Ver Émile Zola, L’affaire Dreyfus. Lettres et entretiens inédits, edición de Alain Pagès, París, CNRS Éditions, 1994, p.66).