Viene sin decir nada, se acuesta paralelo a mí, silencioso, triste; cuando su cuerpo se ha estirado a la larga, entonces, tras un leve roce del plástico duro sobre el suelo, oigo un suspiro contenido para no molestar en la noche. Me maravillo por él y por mi suerte. Creo que los dos nos queremos igual, pero él me lo expresa con una devoción que sólo puede irritar a alguien incapaz de amar. Luego, de madrugada, cuando no puede más, sale a beber agua, y entonces el vuelo del cono de plástico alrededor de su cuello choca con el armario, la pata de la cama, la puerta, y se acelera en el estrépito y parece que retumba más su recogida tristeza.
Le quito el famoso collar isabelino para que pueda comer y después deja la cabeza quieta, mirando a nada o a sus adentros, para que se lo vuelva a poner y evitar que se lama la herida de su piel sensible. Así llevamos cuatro días; él melancólico, yo vigilándolo. Ahora mismo me está mirando y esperando, sus pestañas rubias parpadean hasta que me ve abstraída con el teclado y aprovecha para contorsionar su cuerpo hasta intentar llegar a la capa de pomada.
Creo que él entiende que se lo pongo por su bien, pero saberlo no le alivia la pena.
El otro día me preguntó un amigo si no había que tener cuidado con un perro tan grande y los bebés. Cuando lo ven las madres corren a coger a sus hijos y hacen bien porque es tan juguetón que por acercarse a ellos los puede tirar, pero no hay animal más tierno con los niños. De pequeñito, mi Antonio le hacía de todo, buscando la reacción del pobre Omar, pero él se quedaba quieto, aceptando su suerte, comprensivo con el bebé humano. Cuando vamos por la calle, los canes diminutos se ponen inmediatamente a gritar como locos, como si los estuvieran matando, reclamando la atención de sus dueños, y Omar pasa al lado sorprendido. Hace unas semanas un guajarrillo quedó indefenso en medio del césped, hasta que lo pude recoger, Omar lo cuidó dando vueltas a su alrededor, teniendo cuidado de no darle con la pata, esperando a que yo hiciera algo.
Estoy tardando mucho en terminar de escribir esto y él se ha echado aquí al lado de la silla, un largo suspiro ha hinchado su tórax y movido su pelaje en una honda paciencia.
Bello relato mi Lady, tu pluma tan bella como tu alma. M Elena
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El texto y la foto de Omar muestran una sensibilidad exquisita
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Hasta lo sencillo y cotidiano lo haces bello en tus relatos. Un amor tu Omar, espero se recupere pronto. Besos
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Me ha encantado
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